Mi Historia de Reinvención Personal y Profesional parte #1

En este, mi primer post, quiero contarte el camino que me ha traído hasta aquí, a conectar contigo. El objetivo además de que me conozcas, es que puedas comprobar por ti misma de qué forma nuestras historias, la tuya y la mía, resuenan en algún punto... o quizá en muchos.

MI HISTORIA DE REINVENCIÓNDESARROLLO PERSONAL

10/10/20237 min leer

Hola!

En este primer blog voy a comenzar a develarte la “historia de mi vida”

Y te preguntarás muy legítimamente, ¿¿pero por qué?? ¿Es que acaso esta mujer se ha vuelto loca y se le ha dado por estar exponiendo su vida, así como así? Jaja, no creas que no lo he pensado.

Déjame decirte que la razón fundamental por la que lo hago es porque quiero que sepas cuales han sido las circunstancias y vivencias que me condujeron a sufrir una profunda y extensa crisis existencial y vocacional que me duró más de una década y sobre todo, cuales fueron los aprendizajes que he extraído de ella.

Tal vez te veas reflejada en alguno de mis relatos, quizá no has transitado idénticas circunstancias, sin embargo, la esencia puede que sea la misma y espero que las enseñanzas también.

Luego de haber atravesado unas cuantas experiencias difíciles, puedo decirte que hubiese deseado contar con alguien que me comprendiese verdaderamente. Solo viviendo experiencias similares puede llegar a comprenderse lo que otro ser humano siente y sufre.

Te invito a que leas con mente y corazón abiertos y si sintonizas con mis palabras, entonces te prometo que experimentaras una transformación tal como yo lo hice.

Sin más preámbulo, comencemos.

Érase una vez...

Como muchas, fui educada en una familia ranciamente católica (de las que van a misa sólo en Pascuas), de clase media baja en Latinoamérica, más concretamente en Uruguay. Viví con mi madre, empleada publica, divorciada de mi padre desde mis 5 años, y mi hermano 4 años mayor que yo. Mi infancia transcurrió con la normalidad propia de una vida con pocos estímulos, tanto desde lo emocional, como desde lo intelectual.

Si bien sufríamos un mundo de privaciones, desde mis ojos infantiles yo no lo notaba, para mí era la normalidad. Sin embargo, las “diferencias” se hicieron evidentes una vez que ingresé a una escuela privada que mi madre a duras penas lograba pagar, y las chicas me mostraron con crueldad que yo no era “una de ellas”.

A pesar de todo, me las arreglé para terminar la educación secundaria con un buen promedio. Luego de eso, la Universidad era “lo que tocaba” y lo que mi familia anhelaba. Como “las letras se me daban”, me decidí por la abogacía. En mi país la educación terciara es gratuita y para esas alturas yo trabajaba en un restaurant de una cadena de comida rápida.

Entre tanto cursaba la carrera, tuve un par de novios. Al recibirme y fallecer mi madre, que sucedieron en forma simultánea, me fui a vivir con el que a la postre sería mi esposo y padre de mis dos hijos. En ese momento yo tenía 26 años.

Mi vida profesional inició incluso antes de recibirme, cuando ingresé a trabajar en una institución militar en la que tiempo después me desempeñaría como abogada. A la vez, montamos una empresa de servicios con mi entonces prometido. Esa empresa consumió casi 10 años de mi vida y digo consumió porque así lo sentí por muchísimo tiempo.

Tal fue mi sentimiento de desasosiego que, para liberarme de ella, no solo renuncié, sino que terminé mi matrimonio y hasta ¡me cambié de país! Ahora, a la distancia hasta a mí me parece extremo, pero créeme que en ese momento no sentía que hubiese otra alternativa.

En cuanto al aspecto personal, la cosa no iba mejor, aunque en ese momento no me daba cuenta. Cuando consideré que era el momento apropiado, rondando los 30’ me casé y luego tuve hijos. Y por momento apropiado me refiero a que ya contaba con “estabilidad económica”, tenía una carrera profesional y un emprendimiento empresarial prometedores e incluso había convivido con mi futuro esposo por algunos años, así que los pasos lógicos (y cronológico) no era otros, sino casarme y tener hijos. Y así lo hice. Para mí la vida se trataba entonces, básicamente de eso, de “pasos lógicos” a seguir.

Hasta aquí, te he contado muy resumidamente y a grandes rasgos lo que di a llamar “mi primer vida”. Sin embargo, esa primera vida, la de los convencionalismos, la de hacer lo que se suponía que debía hacer, que “tocaba” o que mi familia esperaba de mí, terminó por derrumbarse y créeme que estuvo a punto de enterrarme con ella.

  • El punto de inflexión:

Todo comenzó a cambiar con el embarazo de mi hija mayor, para entonces yo tenía 32 años. En ese momento supuse que se trataba de las “hormonas del embarazo”. Lo cierto es que un sentimiento de insatisfacción se apoderó de mí y ¡vaya! justamente cuando se suponía que todo debía sentirse más feliz y “color de rosa”.

Pero la cosa no terminó con el nacimiento como yo lo esperaba, sino que se agudizó aún más con el transcurso del tiempo. Entonces otra vez lo asigné a algo que pudiera resultar comprensible para mí en ese momento, claro, debía ser la ¡depresión post parto!

Espera, porque la cosa no termina allí, aun envuelta en la confusión e incertidumbre quedé embarazada de mi segundo hijo, que nació 18 meses después. Para ese momento mi matrimonio pendía de un hilo.

En cuanto a mis trabajos, tres en total, también hubo un replanteamiento muy profundo. Mi puesto en la institución militar, si bien era de prestigio luego de más de 10 años de carrera jerárquica en ascenso, no significaba ningún orgullo ni satisfacción personal. Lo mismo ocurría con el ejercicio liberal de mi profesión como abogada. Simplemente no sentía que estuviera haciendo un aporte significativo a nadie, incluida yo.

No obstante, la peor parte se la llevaba mi participación en la empresa de servicios de seguridad que había cofundado unos 5 años atrás. Llegué a detestar todo lo que tuviera relación con ella, desde el trato con los empleados y clientes, las rondas de litigios laborales y negociaciones sindicales, los refinanciamientos con los bancos, etc, etc. Incluso pisar sus instalaciones me provocaba angustia y estrés.

Como estarás intuyendo, todo esto alcanzó su punto de quiebre, ¡o mejor dicho de mega explosión! Un día, hacia finales de 2017, simplemente renuncié a todo, ¡sí a todo! Y por todo me refiero a empleos; los tres, a mi matrimonio y hasta a mi país. Tomé a mis hijos, dos maletas y me fui a Panamá, donde vivimos casi un año antes de venir a vivir definitivamente (al menos hasta ahora) a Estados Unidos.

Permíteme que esboce una sonrisa recordando esa fase de mi vida.

  • El “periodo de transición”

¿Te preguntarás, por qué Panamá? Bueno, Panamá era un sitio conocido por mí, había estado allí unas cuantas veces, la primera vez en la luna de miel. Además, conocía personas que podrían ayudarme a “iniciar una nueva vida”.

Los primeros meses transcurrieron con cierto entusiasmo, entonces pensaba que ese cambio era justamente lo que necesitaba. Sin embargo, nunca me sentí totalmente a gusto allí, pero claro, eso era esperable ya que no se trataba de mi país ni de mis costumbres. Entonces simplemente tocaba redoblar esfuerzos para “adaptarme”. El camino no era otro ya que eso era lo que yo “había elegido” al dejar todo atrás.

Fue entonces que comencé el proceso para revalidar mi título de abogada, sabiendo que en Panamá podría alcanzar un buen estatus ejerciendo como profesional. Sin embargo, ninguna promesa de “fama o riqueza” lograba acallar la voz interna que me decía que allí no estaba mi alma.

Y como todo lo que se oculta aprisionándolo, en algún momento sale a la luz, llegó el punto en el cual la ansiedad y el disgusto nuevamente consumían mis días. Aquí es cuando entra en escena Alex.

  • Alex

¿Y quién es Alex?

Alex fue la “respuesta a mi llamado”. O al menos eso creí entonces (déjame que esboce otra sonrisa aquí)

Cuando más angustiada me sentía, cuando el pesimismo otra vez ganaba terreno en mi mente, conocí a un hombre que me llenó de entusiasmo. Pero él vivía en Estados Unidos. Para hacer corta una historia larga y compleja (de la que podría hablar en algún otro post), no solo conocí a Alex, sino que vine a vivir a Estados Unidos con mis hijos para estar a su lado y en definitiva me casé con él. ¡Guau! Fue mucha muchísima información en pocas palabras, pero no quiero centrar este post ya de por si largo, en esa historia porque créeme que amerita su propio espacio.

Al llegar a este nuevo país, el tercero en el que vivimos en menos de un año, los cambios fueron rotundos y no se hicieron esperar. Pasamos de vivir una vida relativamente cómoda y citadina en Uruguay y Panamá o ser “agregados” en una modesta casa de una zona rural perdida en el basto norte de Estados Unidos.

De inmediato los sentimientos de culpa e indefensión se apoderaron de mí. La culpa que sentía por haber “arrastrado” a mis pequeños hijos, de 4 y 6 años en ese momento, en una “aventura egoísta”, se transformó de nuevo en otra forma de desesperación.

Para ese momento, ya comenzaba a comprender que de nada servía huir e intentar cambiar las circunstancias externas, por más drásticos que esos cambios fueran. Empezaba a intuir, aun sin demasiado norte, que la felicidad que estaba buscando en otros lugares y personas no provendría de ellos, sino que sería consecuencia de un cambio en mi interior.

Ahora a la distancia, comprendo a mayor cabalidad, que en ese punto había alcanzado el pico más bajo de mi caída y que tuve la inmensa fortuna de no rendirme intuyendo que debía existir luz en la superficie y que hacia allí debía dirigirme. Sin embargo, no alcanzaría la superficie de las formas que antes lo había intentado. Era tiempo de hacer introspección, de auto conocerme y por sobre todo de aprender a amarme.

Comenzaría entonces lo que he dado en llamar mi “segunda vida” de la que te hablaré en el próximo post.

Si te ha gustado lo que has leído hasta ahora, que te prometo es parte de mi historia de vida, 100% real, te agradeceré que me dejes un comentario dejándomelo saber. También me encantaría escuchar tu propia historia porque como humanos que somos, todos conectamos en algún punto.

Puedes enviarme un mensaje de whatsapp o un email usando los botones de contacto aquí debajo. Te contestaré sin falta!

Lee el siguiente post

para seguir conociendo mi historia

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